"LA HISTORIA DE UNA OBSESIÓN POR DESBORDAR LAS COPAS CON ABUNDANCIA"
Una Combi amarilla totalmente equipada,
lista para la aventura, situada en el estacionamiento de Nafinsa a mediados
de los años 70 nos pinta de cuerpo entero a un creativo, músico, seguidor y amigo de
Serrat, escritor y sobre todo un amante de la pasión, la aventura, el motociclismo y de la vida:
Alberto Lastra que con su gran bonhomía
nos regala parte de su periplo en este” manantial inagotable de desafíos y aventura” que es la publicidad.
A solicitud de mi entrañable colega Toño
Freyre, comparto estas impresiones memorables a lo largo de la carrera.
Toño y un servidor laboramos muy jóvenes en
Nacional Financiera, en el área de
comunicación y relaciones públicas. Fue un momento en que el acceso al
verdadero mundo de la publicidad parecía tan distante como la tierra prometida,
en tanto nos conformábamos con el tedio
de la banca estatal y sus grises limitaciones. No sabíamos entonces que la vida
nos deparaba un futuro colorido y excitante en la industria de la comunicación,
y que ambos encontraríamos la ruta para expresar creativamente todo el bagaje
que conteníamos en esos años.
Hoy, cuarenta años más tarde, hay mucho que
contar.
Las
aventuras han sido innumerables. Haré una reseña breve, tratando de no caer en
el tedio, pues de ese, ambos seguimos huyendo cada día.
Por mi parte, encontré el rescate en McCann
Erickson, donde recibí las primeras lecciones de formación y deformación
publicitaria:
Chucho Gómez Obregón, en ese tiempo director
de mercadotecnia de Colgate Palmolive, y una celebridad como director de teatro
y ex marido de la fallida Miroslava, levantó un día las cejas por encima de sus
bifocales de carey y fustigó, como sólo él sabía hacerlo, con el tono sarcástico
que reducía a criadas y monos (Ejecutivos de Cuenta y Creativos) a una
dimensión infrahumana…
- A ver, jóvenes… ¡Entiendan!
La publicidad funciona a
pesar de ustedes. ¡No produzcan, no compliquen!
Traigan una idea simple, una
mención de marca cada diez segundos, un demo memorable, una promesa básica,
tres argumentos de venta y un slogan cantado. Lo demás sobra. ¡Pura vanidad!
¿Estamos?
Así, con un flamazo verbal, volaban
carbonizados los innumerables story boards
y bocetos artísticos que tapizaban la sala de juntas. Era el
recordatorio de la gloria efímera de la carrera creativa. Semanas de trabajo entusiasta
y amoroso se convertían en vanidad e idealismo puro para el señor del látigo. “No habrá jamás un León de Oro en Cannes
para Colgate”, pensábamos de manera resentida.
Pero Chucho, a su manera, tenía razón. A
Colgate le bastaba con la fórmula de una plataforma de redacción coherente y la
frecuencia correcta en horario de telenovelas para vender sus productos y
llevar bien un negocio que había nacido mucho antes que nosotros.
¿Qué sentido tenía entonces consagrar nuestro
joven talento a las musas de Madison Avenue?
Sin embargo, Chucho Gómez Obregón tenía
también un área ciega en esa mirada despectiva sobre los bifocales que tanto
temor inspiraba. La plataforma simple llenaba media copa solamente, pero la
creatividad podía desbordarla y hacer milagros. Las grandes campañas requerían
más que la consabida plataforma Colgatera, dicho sea con todo respeto a esta
institución venerable y a la memoria del temible Chucho.
Para mí, esa necesidad de ir por el mundo de
la creatividad desbordando tanto cómo fuera posible, me llevó a otras
latitudes. No a trabajar con las grandes cuentas que no necesitaban milagros, sino
a las cuentas simples, que
paradójicamente eran las que requerían
de estos para destacar y salir a la superficie.
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Tras el consabido paseo de las siete
agencias, y siete años después, me convencí que podía iniciar una agencia
propia y diferente, una agencia que no se conformaría jamás con medio llenar nada
y que buscaría siembre rebasar cada cuenta que llegara a nuestro catálogo. En 1984 Lastra
Cardoso/ La Agencia, abría sus puertas a clientes que necesitaran milagros, con
más confianza y vocación que sentido de la realidad oscura que atormentaba el
país
Fuimos
la segunda agencia joven e independiente del país, después de Lebrija Díaz
Asociados, formada por el Director de Servicios Creativos de McCann Erickson y
el Director de Servicio a Clientes de la misma. Había sus diferencias... Yo contaba
apenas con treinta años, mi socio Sergio Cardoso tenía 28. Pero queríamos comernos el mundo.
Y nos lo comimos.
Nunca faltó lo necesario para cubrir la
nómina, para pagar las comidas pantagruélicas de aquel socio celebre, los autos
y nuestros salarios. Cada año, desde el primero, hubo un reparto de utilidades
generoso a fin de año. Nunca faltó trabajo y desafío, ni clientes buscando
milagros con presupuestos que habrían provocado que McCann Erickson les hiciera
salir por la trastienda acompañados por el personal de seguridad después de una
presentación de agencia.
Cada año crecía la cartera clientes
dispuestos a probar la fórmula que comprendía una visión integral del negocio. Los
resultados hablaban por sí mismos y se comentaban. Nos metíamos a entender cada
esquema del cliente, su producto y procesos, competencia y esquemas de
distribución, precio, mercados cautivos y potenciales, problemas y
oportunidades. Los documentos estratégicos no se parecían en nada a las
plataformas escuetas de Colgate, eran tratados de sentido común y razón. Y
entonces empezaron los milagros.
Florida 7 se convirtió en la primera hija
nacida en nuestro territorio, una marca que logró abrir el mercado de
congelados en el país y revolucionó el mundo de los jugos de frutas. “Tan natural que para creerlo, tendrás que
probarlo” retronaba majestuosa la voz de Dios, en una aparición celestial
que ofrecía disfrutar del jugo natural sin el sudor de la frente. Aquella
campaña fue objeto de discusiones que llegaron hasta a la mitra de Monterrey
para no ofender a nadie. Y nadie se ofendió, y el producto sacó de la
bancarrota al cliente convirtiéndose en la marca más rentable por metro
cuadrado en los autoservicios.
Fue la primera de muchas marcas y campañas que marcarían un
estilo diferente de hacer mercadotecnia y publicidad. Actifed DM se convirtió
en el producto más rentable de Burroughs Wellcome a nivel mundial: desarrollado
en México por La Agencia. John Player Special desafiaba en cada punto de venta
al líder Marlboro, con elegancia y testosterona dignas de James Bond, Bohemios,
una marca de cigarrillos rescatada de los 30´s se veía lo mismo en el elegante Champs
Elisée que en los rincones rurale, bajo en un snobismo interesante que gritaba
diferencias y libertad. Selecciones del Reader´s Digest recuperaba su mítica
circulación en plena crisis.
La fórmula que puso a Herradura Reposado en
el mapa hasta nuestros días, se repetía de manera infalible. Creatividad de
primer nivel en lo estratégico y lo publicitario. Jafra aumentaba en tres años
de 6 mil consultoras a 100 mil, y la agencia crecía sana y fuerte como un
roble.
Atendimos igual grandes cuentas, que bienes
raíces, considerados los bajos mundos de la publicidad, buscando hacerlo con
acierto y también con elegancia y buen gusto; desde Cigarrera la Moderna,
Suntory, Zano Alimentos, hasta una cuenta que requería publicidad para vender semen
equino para la cría de caballos de pura sangre en Bélgica. No había clientes
menores ni grandes, cada un recibía la atención y profundidad, firma de la
casa.
El tiempo me separaría de aquel socio por
diferencias profesionales, pero nunca de los principios que fundaron la
ideología de la empresa, pues ese era su DNA.
En el 96 cambió nuestro nombre por Alberto
Lastra y Asociados, con el que sigue operando hoy. Docenas de clientes, marcas
y productos han pasado por nuestras manos. Reino Aventura, Productos Pesqueros
Mexicanos, Sabritas, Tupperware, Chrysler y Jeep, Bancomer, Secretaría de
Comunicaciones y Transportes, Capistrano, Fonacot, Frisa y sus Multiplazas, Marlboro,
Amway y muchas más. La Agencia es madre de más de 30 marcas exitosas que fueron
concebidas desde nuestros centros neurálgicos, también de cientos de campañas
memorables, cientos de jingles y logotipos y miles de amigos y colaboradores
que han sido parte de esta travesía de treinta años.
Es la historia de una obsesión por desbordar
las copas con abundancia para despertar cada día con la pasión despierta y la
adrenalina disponible para visualizar una nueva
imagen corporativa frente a un monitor, sentarse por horas ante un
teclado, una cámara o una sala de consejo. Es también la obsesión por sacudir las miradas despectivas que consideran
la creatividad publicitaria un desperdicio.
Al final, se ha tratado simplemente de hacer
de la vida un territorio pleno y de esta hermosa profesión un manantial
inagotable de desafíos y aventura.
¿Qué más se puede pedir?
Con
cariño, para Toño Freyre.
Gracias por tu invitación, Toño querido.
ResponderEliminarEs un honor estar presente en este, tu espacio.